martes, enero 11, 2011
Sólo un cuento
Creo que fue mas por soberbia que por lealtad. Salí de la casa satisfecho, buscando el reconocimiento a mi heroica acción en todos los rostros con los que me topaba en la calle en ese momento llena, disfruté el corto trayecto hacia mi refugió personal sonriéndole como santo, como hermano budista que ha alcanzado el nirvana a toda la pobre gente que se cruzaba en mi camino. Sentía tanta piedad por ellos y sus insignificantes vidas, gozando la experiencia de su intriga ante mi sonrisa benevolente, e hipócrita. Hipócrita era la palabra que resonó en mi cabeza al cerrar la puerta de mi departamento, hoy no era el día de limpieza y el olor a humo acumulado durante el día y el polvo de la escalera picaba un poco mi nariz reseca. Subí lentamente la prolongada escalera gris y al llegar al descanso la palabra surgió con más fuerza desde mi interior, hipócrita, casi salió de entre mis labios, pero la contuve, me sentí un poco mareado y sentí la necesidad de tomar el pasamanos de metal frio y polvoso, el pegajoso polvo negro en mi mano me hizo pensar por un instante, en el trabajo pospuesto de limpieza intensiva, pero una vez más era una evasión simplista a enfrentar el reclamo de la culpa, - hipócrita-, adelante lo más rápido posible los pasos que me separaban del colchón y comencé a llorar, la hipocresía se convirtió de repente en la llave que abría de nuevo los anchos espacios de la soledad en los que aún no acostumbro a moverme con libertad. La sonrisa había desaparecido. Y en la calle, la gente seguía mirándose, buscando cada uno el reflejo en los otros de su propia hipocresía.
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