viernes, agosto 27, 2010

Caminar por La Plata

Es un día espectacular, como sólo pueden ser los días inundados de sol y frío del invierno del sur. La luz intensa y oblicua que proyecta la sombra de los árboles centenarios sobre las amplias banquetas desiguales y limpias apenas, confiere al ambiente una atmosfera de plenitud, que se reafirma al respirar el aire frio y sentirlo suave sobre la cara, que refleja en la sonrisa petrificada, del que camina, la sensación de estar andando en un presente mágico, por ser intenso, por ser presente sin prejuicio, sin anhelo; ni por el pasado, ni por el futuro. Sólo presente.

La confianza se nota también en el ritmo de sus pasos, equilibrados y seguros, su cuerpo erguido circula entre sus iguales, la firmeza de sus pasos sobre el piso irregular incrementan la seguridad que manifiesta en la cadencia de sus nalgas, piernas y manos. La ciudad es suya y él, es la ciudad. -La Plata, escondida detrás de los Bosques que delimitan el Gran Buenos Aires, de espaldas al río que le dio el nombre.-Los problemas vendrán después, el salario bajo, las jornadas largas… lo importante es el presente y lo sabe, ¿Cómo sobrevivir de otra manera? Los diarios y las flores, las hojas secas y el aroma a pan, la sensación caliente del mate sobre sus labios, único alimento de la mañana, satisfacen las necesidades primarias de pertenecer, porque pertenece, y aunque alguien diga que parece tano, y en el fondo la asociación con Europa le agrade, y en un resquicio de sus emociones más intimas anhele el otro lado del mar, idealizado por la lejanía, sus pies están ahora aquí, en esta tierra americana del sur.

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