sábado, marzo 18, 2006

III

"...se refugiaban en los edificios que enmarcaban la plaza"
Permanecieron sentados en silencio, en la banca más apartada de la plaza, un vuelco en el corazón me hizo pensar en que la escena me resultaba familiar, pero fue solo un instante; las manchas blancas sobre el piso marcaban el lugar prohibido y las aves peleaban frenéticas un espacio en el inmenso árbol que señoreaba la plaza central, algunos otros, que no alcanzaban lugar en el árbol se refugiaban en los edificios que enmarcaban la plaza, poca gente paseaba ya, el frió los había ahuyentado. Solo un instante permanecieron sentados, el reloj marcaba las siete treinta de la tarde y las campanas llenaron con su sonido el silencio, como cada día, desde hace más de doscientos años. Una joven de apariencia hermosa, se acerco a la pareja, con soltura y familiaridad, dando un beso cariñoso y un abrazo sincero, comenzó a platicar lo que parecían mil historias, y pensé, que si no fuera por las manos tal vez se quedaría muda; los tres avanzaron hacia la esquina, y como por arte de magia, el coche negro que había visto en el cementerio apareció; los tres subieron al auto y me quede parado, viendo como se alejaban, observando el auto desaparecer a través del vaho de mi boca, tenía una historia, lo presentía, y aunque no sabia en que podía terminar, me excitaba la idea, era otra vez el sentimiento contradictorio de temor y deseo, la adrenalina corría de nuevo por mis venas, y sin embargo algo no estaba bien, no era la misma sensación de otras ocasiones, rechace el sentimiento, saque como autómata el teléfono de mi abrigo y marque, sabia quien habría de ayudarme.

1 comentario:

Jorge Pedro dijo...

la absenta, estupenda. y ligerita.

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