martes, junio 28, 2011

Silencio

La ciudad del silencio y el disimulo, cobra vida todos los días como un fantasma viviendo una realidad aparte, una realidad poblada de fantasmas presentes y seres vivos desaparecidos entre los balazos y gritos que nadie escuchó.

Hoy como ayer a esta misma hora, muchas personas desaparecen del espacio natural de las ciudades y los pueblos y los ranchos. Desaparecen con ellos los sueños y los deseos, y también las ansiedades y las angustias que antecedieron una muerte seguramente violenta, no por imprevista o inesperada, pero si por la naturaleza de la agonía de la persecución física y psicológica. Suicidio social, alimentado por el miedo.

Y no todos los muertos son cadáveres esparcidos por las ciudades y los pueblos y los ranchos, y los caminos y los ríos y las fosas clandestinas y las fosas suntuosas. También los hay, y eso me aterra más, los muertos vivos, que caminan ausentes por las mismas calles de esas mismas ciudades refugio del miedo y la incertidumbre, muertas las ilusiones, vivos los cuerpos, deambulan por los ranchos y los pueblos y las ciudades y los caminos y los ríos, contemplando las barrocas representaciones del mundo que se les escurre por los ojos y los oídos, el mundo que a fuerza de insistir se apodera de lo más recóndito de los deseos, orillando a olvidar los deseos auténticos y a sustituirlos mansamente por los deseos de los otros que no comparten.

Desaparecen pues, sus sueños y sus deseos. Y en esa muerte a medias, quedan impregnados sus cuerpos, de la persecución física, de la persecución psicológica, del miedo, de la incertidumbre y de las ilusiones propias, esas sí, muertas.

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