Contemplo mis manos ampolladas, por ese calor inexplicable que emana de mi cuerpo. Fue un cambio de frecuencia rápido, no hubo tiempo de digerirlo de una manera moderada como otras veces, el tiempo se agota, y necesito avanzar rápidamente.
En el camino bromearon todos mis amigos sobre el salto cuántico que habíamos realizado, y ahora a la distancia y en vista de la forma en la que se están desarrollando los acontecimientos, no me parece tan graciosa la comparación.
¿Y si el cambio hubiese sido cuántico? Muchas cosas se escapan de la lógica, no quiero pensar, pero mi naturaleza provoca una serie de dudas y una vez más incertidumbre.
Ni siquiera en la apariencia veo a la misma persona, sonrió pensando en la cantidad de cabello nuevo que me he descubierto la primera mañana después de la experiencia, al despertar y ver mí imagen en el espejo.
Me siento más joven, pero también infinitamente cansado y triste, aunque en el transcurso del día decidí que el sentimiento que me estaba acompañando no era la tristeza, el cansancio sí sin dudad, sino una desilusión infinita que no había experimentado jamás. Y las palabras acudían a mí cabeza: “la desilusión es directamente proporcional a las expectativas que deposítanos en el exterior, en los otros”.
Debo cambiar de estrategia porque es imposible crear sin expectativas, y esas expectativas para que no ocasionen desilusión culposa, dolorosa, deben ser puestas sólo en mí, en lo que puedo lograr, no de una manera soberbia, al contrario, desde el reconocimiento de mis límites, y también de mis cualidades.
lunes, octubre 18, 2010
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