martes, julio 27, 2010

Menos drama y mucho ejercicio




En el post anterior decía que había sido un día redondo y lo fue.

Volver a caminar por las calles de Buenos Aires es muy agradable y reconfortante, y más, confiado ahora con mi compañera de viaje de la mano (mi cámara fotográfica). Caminé por la calle Arroyo y deambulé por sus galerías, mientras el sol reflejaba su luz en el pequeño callejón parisino de La Argentina, entre balcones de hierro y fachadas doradas por el sol, la luz que penetraba por entre las hojas de los árboles que lucían un vestido austero e invernal. Vidrieras que exhibían las vanguardias del arte y las antigüedades del siglo XIX.

Después, una vuelta violenta a la urbe del S. XXI, caótica y congestionada al cruzar la Avenida nueve de Julio.

Vuelta a la calma por la calle Alvear, menos arte y más moda, hasta llegar al hotel que lleva el nombre de la calle, con sus relojes Rolex anunciando la hora del almuerzo. Vidrieras y vidrieras, de cosas bonitas e incomprables. Llegué hasta el Paseo de la recoleta, caminé por entre las columnas imponentes de la Facultad de Derecho, donde la piedra transformada en arquitectura monumental resulta aplastante para la escala humana.

Caminé hasta la plaza de las naciones, siguiendo el camino de uno de los espacios urbanos mejor logrados: entre sendas peatonales, jardines, ciclo vías, vialidades y esculturas.

Llegué hasta el museo de Bellas Artes, que alberga una muestra muy representativa del arte occidental desde la edad media hasta nuestros días; impactado con el cuadro de William Adolphe Bouguereau, el primer crimen, y reconciliado con los maestros del salón de Paris, conmovido con un cuadro de Toulouse Lautrec y los pasteles de Degas, y una sacudida emocional que se reflejó en una experiencia física indescriptible, al contemplar por primera vez en vivo un Rothko, pequeño pero impactante, con sus destellos de rojo intenso y vibrante.

Después, una revisitada rápida por Buenos Aires Design, que no me impactó tanto como la primera vez… Salvó una pequeña galería que incluye un pequeño Restaurante muy bien diseñado, de un Kitsch muy argentino.

Camine al salir por la barda del panteón de Recoleta, sintiendo el frío que provenía de los ladrillos rojos, húmedos y solemnes. El día en esta ciudad acaba más pronto en ciertos lugares y es un momento mágico en el que en una calle es de noche por la sombra de los árboles y la altura de los edificios y en otras el sol continúa brillando con luz dorada en las últimas pinceladas de la tarde. Camine por la calle de Las Heras, sin tantos turistas y más porteños.

Hora de submarinos de chocolate Águila y medias lunas. En el parque de Las Heras, están construyendo un estacionamiento subterráneo y sobre las bardas de la municipalidad, las consignas que abogan por el respeto a los árboles, me devuelven la esperanza de lo que se puede lograr cuando la sociedad se organiza.

En este contexto, llegó, ya de noche, a una callecita que tiene un letrero pequeño que dice: Museo Evita a 50 metros. Por un instante dudo en ir, estoy re cansado y no he comido… Pero pienso que no sé cuando volveré y encaro el proyecto, y entro. Me quedó con un buen sabor de boca del Museo y me agradezco la decisión...

Todavía sigo caminando hasta llegar a la plaza Italia y ver el bullicio de los niños que salen del Zoo, los pochoclos, garapiñados y el chori pan, los algodones de azúcar…, Sigo por la calle Sarmiento hasta el monumento a los españoles, camino por los jardines urbanos hasta la calle Godoy Cruz y entro a Palermo, con sus departamentos y sus estéticas, kioscos y porteros, hasta Av. Santa Fe, Pizzas, hoteles y confiterías. Sigo por la barda de las estación Palermo cargada de fuerza de la historia y del olvido, deambúlo por las calles de Palermo y vuelvo por el subte hasta catedral…En la plaza de mayo hay una manifestación y las grandes Avenidas están vacías, regreso por Florida (…), y corro las últimas cuadras hasta el parque San Martín, hasta Retiro… Parado sobre la Avenida, me como un alfajor y espero la llegada del micro, que me llevará a La Plata.

Y pienso y siento, pero sobre todo estoy. Día redondo.

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