Expectativas muchas, imaginación a mil. Pero la realidad supero esta vez mis fantasías. Para comenzar por primera vez maneje un trayecto tan largo, casi 2000 kilómetros ida y vuelta, la sensación maravillosa de la velocidad, y el paisaje mágico que he aprendido a disfrutar cada vez más, -cuando era niño me encantaba viajar en auto con mi papá, que aunque no fueron muchas veces, si las recuerdo con mucho cariño- ahora el conductor era yo, el desierto, contemplar con una mirada renovada y cautivada el paisaje de México, ¡Que grandeza!, que impotencia el pensar el potencial tan grande que espera en cada metro de carretera que recorrí, pero por ahora así esta bien, inmensos tramos de tierra vacía de civilización y ricas en sensaciones y diversidad de vida, ahora que lo escribo quizá no sea tan malo y ahí radique la grandeza de estos lugares.
Cuatro Ciénegas Coahuila, un verdadero Oasis en el desierto, el espectáculo de la naturaleza en el que una vez mas la contradicción con la que siempre me he identificado se hizo presente, en medio del calor abrasador aún en el mes de noviembre, un paraíso de tranquilidad agua y peces, el agua mas transparente que jamás haya visto en estado natural, y yo coexistiendo con miles de peces que solamente viven en este lugar del mundo, agua y tierra, sin formar lodo, viento y fuego, la noche fría y maravillosa del desierto, ahora dentro de una poza de agua caliente, en el cielo, la luna llena y las estrellas, he sentido por un momento que soy parte de todo esto, gracias por permitirme disfrutar esta experiencia, aún conservo la sonrisa en mi rostro tratare de que dure al menos hasta el próximo viaje
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