México DF abril de 2005
Jamás había experimentado el dolor colectivo la angustia de esperar un desenlace esperado pero no deseado, el momento en el que todo se detiene, en el que solo queda esperar lo temido y las almas se unen, el ambiente se carga de energía, todos con un mismo objetivo que casi nadie podríamos describir, por fin después de tanto tiempo aquellas frases monótonas repetidas desde la infancia adquieren un significado mágico y divino, el que sin duda siempre han tenido, pero ahora repetidas por todos con convicción, sin monotonía o cansado hastió suenan como un himno reconfortante inundando una vez mas el grandioso espacio de la catedral que se mantiene erguida a pesar del fango en el que fue levantada, el sonido se confunde con el espeso incienso que lentamente va ganando altura hasta fundirse con las piedras centenarias, mientras el sonido grave de la campana que no se ha movido desde hace mas de 26 años acompaña el palpitar de miles de corazones que se han unido a su ritmo tranquilo y solemne, el momento fue real, mas allá de cualquier interpretación objetiva o de manipulaciones colectivas fraguadas por mentes ansiosas de poder, eso se siente y pude sentirlo.
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