martes, junio 22, 2010

Marcos López. Vuelo de cabotaje



Una de las características más valoradas en la fotografía, es sin duda, la espontaneidad, es decir, captar instantes efímeros y hacerlos perdurar; congelar el tiempo y hacerlo eterno. La propuesta de Marcos López (Santa Fe, Argentina 1958), en apariencia, contradice la espontaneidad de la fotografía. Su trabajo es de escenarios planificados hasta el más mínimo detalle, cada una de las fotografías de gran formato que se exhibieron, en el Museo Provincial de Bellas Artes Emilio Pettoruti (Av. 51 No. 525), refleja no sólo un instante efímero captado al aire, es una espontaneidad planificada, es la planificación escenográfica de una sociedad enmascarada, en palabras del artista, que quiere “evitar lagrimear por miedo de llorar hasta morir”. Un estudio profundo del ser argentino, capturado en instantes. Juego de la relación, siempre contrastante entre el territorio interior y la capital, el pueblo chico y la ciudad grande y las otras diferencias tan marcadas entre seres humanos, incluyendo buenos y malos. El objetivo de la obra fotográfica, de congelar el tiempo y hacerlo eterno, se cumple a otra escala. Diversos los entornos, diversos los significados. Impactantes todos, duros y sin contemplaciones, desenmascarar la mascarada evidenciando el disfraz. Inspiradas algunas de las obras, en cuadros y composiciones clásicas, que al evocarlos, nos resultan llamativos, familiares y provocadores. La visión de un artista que nos comparte su imagen de identidad. Así somos, dice Marcos López,estas escenas están en mí, y se nota en cada una de las imágenes. Son producto que nace desde la intimidad del artista que se reconoce en sus raíces de colores contrastantes, que reflejan sin embargo y a pesar de la viveza de esos colores, un aire de nostalgia, nostalgia que permanece aún en la sangre de los nietos de inmigrantes que forman ahora este gran país que es Argentina.

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