"Todos eran como una pequeña isla emocional, anclada interiormente, que no iba a la deriva flotando, sino que se movía de forma constante en una corriente diferenciada y reconocible..."
John Katzenbach. El psicoanálista.
Buenos Aires, Cd. de México, Bogotá, Sao Paulo, Caracas, Barcelona... cualquier ciudad está llena de islas emocionales, seres anónimos que se cruzan todos los días compartiendo la misma actitud de no compartir, anhelando en su interior hablar, aminorar el ritmo, dejar de correr para llegar al trabajo, a cualquier lugar; chocando o esquivando espejos que se encuentran en el trayecto, reflejos instantáneos que se reconocen unos a otros en los rostros cansados de rutina y soledad. Devorados por el consumo que nos promete en grandes espectaculares que ensucian las ciudades una vida nueva, siempre comunicados, siempre diferentes y únicos, encontrando casi siempre el mismo resultado, satisfacción momentanea - vacío permanente, ganas de seguir consumiendo, devorando los recursos de un territorio que en algún momento nos parecía infinito y al que cada día vemos más claramente los bordes de lo finito.