Miércoles 4 de abril 6:15 de la mañana, llegada a la central del norte, con mucho sueño y una sensación extraña de vuelta a casa, existen ciudades así, aunque uno no las frecuente, y sean enormes como lo es ésta, quiero encontrar el rincón pequeño y perdido que me ata a los recuerdos de otros momentos felices, y recuerdo, lo mejor en mi caso es que en esta ocasión no había nostalgia en el recuerdo, simplemente satisfacción de conocer el sitio y no sentirme ajeno.
Una corta espera, y ya esta, un nuevo amigo, y cuatro días por disfrutar, queriendo aferrarse a lo conocido y sabiendo que existen muchos lugares por descubrir y vivir…
Desayuno casero –pan tostado con queso- y vamos rumbo a Teotihuacan, primer lugar de los conocidos, con una visión nueva, mil años de evolución urbana no se pueden digerir en tres visitas, creo que aunque siga acudiendo todos los días de mi vida a ese lugar nunca dejara de sorprenderme, un día espectacular para la visita, nublado y fresco, poca gente, y solo al final unas cuantas gotas de lluvia. Regreso tranquilo, pasar junto al convento de Acolman me trae muchos recuerdos y ahora si, un poco de nostalgia. Ya comenzaba a atardecer, y comimos en un lugar especial “El Tinakal”, una antigua pulquería en Tlanepantla, que ya se ha convertido en un gran restaurante - bodegón con excelente servicio música en vivo muy kitsch, y un sabroso curado de nuez y mango, toda la tarde repetí como teporocho con el estomago inflamado, fue una excelente experiencia. Rematamos el día viendo películas en el santuario.
Una corta espera, y ya esta, un nuevo amigo, y cuatro días por disfrutar, queriendo aferrarse a lo conocido y sabiendo que existen muchos lugares por descubrir y vivir…
Desayuno casero –pan tostado con queso- y vamos rumbo a Teotihuacan, primer lugar de los conocidos, con una visión nueva, mil años de evolución urbana no se pueden digerir en tres visitas, creo que aunque siga acudiendo todos los días de mi vida a ese lugar nunca dejara de sorprenderme, un día espectacular para la visita, nublado y fresco, poca gente, y solo al final unas cuantas gotas de lluvia. Regreso tranquilo, pasar junto al convento de Acolman me trae muchos recuerdos y ahora si, un poco de nostalgia. Ya comenzaba a atardecer, y comimos en un lugar especial “El Tinakal”, una antigua pulquería en Tlanepantla, que ya se ha convertido en un gran restaurante - bodegón con excelente servicio música en vivo muy kitsch, y un sabroso curado de nuez y mango, toda la tarde repetí como teporocho con el estomago inflamado, fue una excelente experiencia. Rematamos el día viendo películas en el santuario.
2 comentarios:
oh, pos que bien. amo teotihuacan. es cierto, siempre sorprende. pero quien es la visita? me dan celos!
¡Fotos, fotos!
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