XAVI AYÉN - 07/12/2005Barcelona
Toda mi vida no ha sido más que una enfermedad". Este lamento de Rasputín, consciente de los aspectos patológicos de su personalidad, simplifica el poliédrico carácter de este monje analfabeto que, pese a ello, llegó a ejercer una poderosa influencia sobre los zares de Rusia. El cine, la música, la televisión y la literatura han cantado sus proezas (sexuales y políticas), pero el libro Rasputín. El diario secreto, que acaba de publicar la editorial Melusina, ofrece la voz en directo del personaje, reproduciendo el diario íntimo que dictó a su secretaria, probablemente entre los años 1914 y 1916, y en el que reconoce haber cobrado dinero de Alemania durante la Primera Guerra Mundial, así como haber negociado la paz con este país a espaldas del zar. Los autores del libro, padre e hijo, son el psicólogo Alexandr Kotsiubinski (Leningrado, 1941) y el historiador Daniil Kotsiubinski (Leningrado, 1965). Ambos han buceado en los fondos del Archivo Estatal de la Federación Rusa (fondo 612, caja 1, legajo 36), en busca de testimonios de primera mano sobre alguien al que el imaginario colectivo asocia a la ambición de poder sin freno. En una primera parte, ofrecen un estudio sobre el personaje, y en la segunda transcriben las impresiones fragmentarias del propio Rasputín sobre su vida, desde su infancia hasta casi la fecha de su muerte. Se trata de un diario que, en vísperas de la canonización de Nicolás II, fue calificado de "falsificación" por lo "indecente y repugnante" de algunos de sus pasajes, pero que hoy en día ha vuelto a ser considerado auténtico por diversos historiadores. Los autores argumentan que las notas, tomadas por la auténtica secretaria del pope, A. N. Laptinskaya, fueron retocadas posteriormente a partir de 1923, y que el no dar crédito a esos añadidos no debería impedir gozar de la verosimilitud de la "versión original, que aporta hechos y documentos a los que no pudo haber tenido acceso ningún falsificador posterior", lo que hace que ellos se inclinen por la autenticidad del documento. La causa principal de que Grigori Yefímovich Rasputín (1869-1916) tuviera gran influencia en el zar Nicolás II y su entorno no fue otra que su capacidad para detener las hemorragias del zarevich, el hijo único de la pareja reinante, que padecía hemofilia. Rasputín era un místico, famoso por sus prodigios curativos, que fue llamado a palacio en 1905, por consejo de una amiga de la zarina, y que, al parecer, utilizó sus conocimientos de hipnosis para sanar al joven enfermo. Aunque el volumen parece desmontar el mito de la potencia sexual de Rasputín, el monje loco, diluyéndolo en una especie de ritos curativos con resonancias místicas que él mismo se encargó de adulterar para edificar una hagiografía, la realidad es que tal leyenda sigue viva y no parece decrecer a pesar de la fuerza creciente de las evidencias. El año pasado, por ejemplo, abrió sus puertas el Museo de la Erótica de San Petersburgo, donde se exhibe el pene preservado de Rasputín como una gran reliquia. Cuando fue asesinado en esa ciudad en 1916, por orden del príncipe Félix Yusupov (de quien, curiosamente, se enamoró, según leemos en este Diario) y del primo del zar, el gran duque Dmitri Pavolvitch Romanov, el cadáver fue castrado. El director de dicho museo erótico, Igor Knyazkin, es a la vez el jefe del centro de investigación prostática de la Academia Rusa de Ciencias Naturales. Los Kotsiubinski arrojan ahora luz sobre las auténticas causas del asesinato, que, más que sus excesos de cama, habrían sido su firme oposición a la guerra y su reivindicación de que los judíos tuvieran los mismos derechos que el resto de los súbditos rusos.
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